Un par de pechos, los míos, te dirigen la mirada. Fresca e incitadora. Se giran a tu paso. Te buscan cuando aparentas indiferencia, cuando finges no darte cuenta.
Una mirada limpia, que no quiere complicaciones. Sin guiños tontos ni caídas de pestaña. De igual a igual, de tú a tú. Contacto directo: mi pupila a tu pupila. Ahí empieza el sexo.
¿Cómo consigue siempre darle la vuelta? La historia de siempre, la de tíos mirando tetas, se torna algo encantador cuando son unos pechos mirando a un hombre.
ResponderEliminar