Como los de una Venus recién salida de aguas frescas, mis pezones siempre se muestran ufanos. Presumen de tetina perfecta para amamantar crías.
Son osados y altaneros, apuntan constantemente al futuro, convencidos de un porvenir glorioso.
No son rosados, como otros. Los míos son chocolate con leche. Supongo que esa tonalidad habla de su total falta de inocencia, o de mis probables ancestros angoleños.
Tienen la forma perfecta para ser chupados y lamidos. No son esquivos a la mordida humana. Muy al contrario: parecen concebidos para provocarla.
Cuando adolescentes, se ocultaban azorados tras una carpeta. Ahora, ya adultos, después de haber cumplido sus fines nutricios, salen a la calle orgullosos de sí, y no le temen al frío.
¿Porqué me gusta tanto esa parte de usted? Tal vez porque miran adelante como a mi me gustaría hacer o por simple regresión. Quizás por su orgullo maduro o por la certeza de que son la horma de mi boca. ¿Porqué me gusta tanto esa parte de usted? ¡Claro! ¡Porqué son de chocolate!
ResponderEliminar