Unas manos que nunca me acariciarán, no llegarán siquiera a rozarme. Jamás abarcarán mi cintura, no sabrán si ardo o estoy fría, si tiemblo, si sudo, si me estremezco.
Buscarán a ciegas mis pechos en otros troncos, mis labios en otros rostros, mi espalda en otros torsos.
Nunca llegarán a medir mi piel a palmos, ni dibujarán mi ombligo. No se enroscarán en mi cuello, no treparán de mis orejas a mi pelo.
Nada de eso harán jamás. Y yo jamás podré dejarlas hacerlo. Manos que huyen, que parten lejos. Se me desdibujan, se me desarman. Dejan de ser manos antes de haber llegado a serlo.
Benedetti suele tener respuestas para todo, pero en pocas ocasiones me reconozco tanto en sus versos...
ResponderEliminarson mis manos de ahora
no las de antes
doy lo que puedo
y no tengo vergüenza
del sentimiento
si los sueños y ensueños
son como ritos
el primero que vuelve
siempre es el mismo