Me gusta cantar en la ducha. Mi voz resuena en todo el espacio, por muy susurrado que sea el canto. Corre fácil por las superficies lisas y pulidas, sin tropezarse en nada. Al tiempo me enjabono con energía, no rabiosa, pero sí liberadora, hasta quedar limpia y suave, como si estrenase piel. Y al acabar, me respiro hondo y me embriago de los aromas que desprendo: a frescor de jardín, a rocío de verano, a humedad tibia. El agua muy caliente me ha dejado blanda y dúctil, como figura de barro recién amasada.
Envuelvo mi cabello mojado en turbante en forma de caracola y me contemplo en el espejo. Sí. Esta de ahora soy yo. Sin afeites, sin maquillajes. Soy yo en mi más pura esencia.
Agua caliente y vapor para dilatar los vasos sanguíneos y relajar los músculos y las articulaciones.
ResponderEliminarLa sangre y el calor fluyen a la superficie del cuerpo y de su piel se desprenden pequeñas columnas de vapor que transporta esa esencia suya hasta una nube, que llueve sobre mi...