miércoles, 29 de febrero de 2012

Hazme vibrar

Whats App que vibran entre mis piernas cuando estoy en el trabajo, o en la peluquería. Que me provocan respingos, ojos en blanco, caras de póquer cuando la gente me mira.

Esa sabrosa espera, esa incertidumbre... cuándo el próximo, cuántos más, a qué ritmo, con qué frecuencia.

Mi cuerpo baila con tus WA, zorronea, serpentea. Me recoloco en el asiento, aprieto las piernas. El iphone se funde entre mis muslos, moribunda su batería.

Tensión sexual de la más pura, con 3G de por medio. Y con mi G ya van cuatro. Y son tantas que reviento.

Relamerme después descubriendo lo que las chicharras me decían. Esos versos calientes y mal rimados, por la tensión y las prisas. Esas letras que faltan, también son todas mías. Pero las has guardado para dármelas más tarde. Compondrás con ellas nuevas palabras que vibren otra vez mis cañerías.

Steve Jobs que estás en los cielos: bendita sea tu tecnología!

martes, 28 de febrero de 2012

Vivo de imágenes

Vivo sólo de imágenes. Miro tu foto. Me fijo en tu boca, le soplo cálidamente... Sí! ese era el santo y seña! Se abre para mí, y lentamente introduzco mi lengua en ella. La paseo como una ciega: recorriendo el velo de tu paladar, y uno por uno todos tus dientes y muelas. Luego palpo tu lengua. Ávida de información que me deje conocerla.

Después mis manos trepan por tu cuello, lentamente ascienden por detrás de tus orejas y se instalan en tu pelo. Lo revuelvo, lo magreo, lo despeino. Un tirón aquí y allá... Realmente estoy ciega.

Ciega de deseo, ciega de calentura... Tan ciega, que mi única obsesión es leer todo tu cuerpo en Braille. Me da igual quién seas. Me importa una mierda de dónde vengas. Ni quién soy yo, ni a dónde voy... Sólo quiero aprenderte y que me aprendas.

lunes, 27 de febrero de 2012

Te espero

Asomada a mi balcón te espero. Con mis bragas y mi camisón nuevo. Envuelta aún en tu olor de anoche, mi boca conserva tu sabor, y mi piel tus caricias. Ayer fue todo un derroche.

Pero no te equivoques: ni por un instante creas que soy tuya para siempre, que me entrego a ti incondicionalmente. "Ma se pensi che soletto io ti debbari amar, pastorello, sei soggetto facilmente a t'ingannar"

domingo, 26 de febrero de 2012

Encantadoras cenas en restaurantes monos; mesas siempre para tres: dos hombres, una mujer. Deliciosas conversaciones que fluyen buscando el ritmo que les pertenece. Miradas compartidas que se buscan, se descubren: las de soslayo, que sólo el vello de la nuca advierte; las de frente, que funden pupilas; las veloces, que nos recorren de arriba a abajo sin fatiga.

Y el clima de mi cuerpo habla por mí y va cumpliendo solsticios: primero un seco invierno de nervios mantiene mis manos congeladas. Luego el calor de la palabra trae la primavera consigo, y derrite mis hielos y llena mi pelo de margaritas y de lirios. La temperatura de mi cuerpo va subiendo a medida que las bocas se aproximan para compartir secretos, para murmurar suspiros. Y un discreto roce bajo el mantel, o sobre él, prende la hoguera de san Juan, donde arden todos mis miedos. Y ese fuego me trae un tórrido verano de deseo. El trópico en mis bragas. Mi grado de humedad satura el aire por completo.
El ahora es lo que cuenta. Tempus fugit. Carpe diem. Etcétera

sábado, 25 de febrero de 2012

Tu día de suerte

Hoy es tu día de suerte. Venda mis ojos. Atrápame. Arrástrame contigo a un rincón más oscuro. Hazme arder en el infierno, flotar en el cielo.

Llama a mi puerta. Secuéstrame. Acaso no ves que lo deseo, que lo espero? No te hará falta cloroformo. No habrá forcejeo. O sí... Tal vez así sabrá mejor el juego. Me haré la muerta, la dormida, la borracha, la enajenada. Tengo mil personajes por representar, mil funciones por dar... La matinée, la soirée... A ti cuándo te gusta más?
Trepar. Arriesgar.
Salir. Escapar.
De una misma. De los demás.
Mirar qué hay fuera. Probar.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Hoy mando yo

Hoy quiero ser yo la que domine. Vas a sufrir. Vas a suplicar. Vas a rogarme que me acerque a ti. Que te haga una mamada. Que te arranque las lágrimas.

Pero no voy a hacerte caso. Hoy mando yo. Te haré desnudarte. Te forzaré a tocarte. Contemplaré tu erección, tu gesto descompuesto, con mirada lasciva.

Observaré cómo tus músculos se enervan. Escucharé tu sangre hervir. Como lava de volcán, arrasará tu polla.

En la distancia, seguiré el brillo del sudor corriendo por tu piel. Olfatearé tu sufrimiento, tu ansiedad.

Y finalmente, con movimiento felino, me alzaré de mi trono y, a gatas, me pondré debajo de ti. Clavaré mis ojos en los tuyos. Y a esa orden mía, tú estallarás.

martes, 21 de febrero de 2012

Dibuja mi piel

Te entrego mi piel entera. Lienzo en blanco para ti. Quiero que la dibujes, que escribas palabras. Que grabes tu nombre, dejes tu marca inconfundible. Que firmes una y mil veces en ella.

Usa todos los colores, según te apetezca. Gris en los días de lluvia y niebla. O mejor naranja luminoso que nos traiga a la cama sol, playa la tarde entera. Negro para tus pensamientos más oscuros y perversos. Verde musgo en mi monte de Venus. Rosa claro en mis pezones, que rompa su sabor a chocolate negro. Pinta de amarillo las dunas de mis pechos.

Dame la vuelta. Grafitea mi espalda. Llégame hasta el cuello. Y allí deja rojo sangre, y luego bébela, hasta la última gota. Vacía mis venas hasta dejarlas secas.

Y cuando te hayas cansado, cuando tu mano de artista ya no sepa, llévame a la bañera. Bendíceme con tu agua en ella.

Una de amor. Puro amor

Y llegué. Llegaste. Con mi sonrisa recién bañada en salitre. Mi charla apasionada. El camino de la gloria medio andado. La casa comprada. El vestido buscado. Y me topé con tus ideas locas, absurdas, que me desmontaron por dentro, me deconstruyeron toda. Esa mirada ansiosa del que espera ya desquiciado, pero aún así limpia, honesta. Esa mirada era un taladro.

Y reímos, enfatizamos, casi gritamos. Nos pisábamos al hablar, nos atropellábamos, de puro nerviosos, de tan apurados. El tiempo se hacia inútil. Aquella galería inundada de luz era sólo antesala. Antesala de qué, nos preguntábamos. Antesala del vértigo, de la felicidad angustiosa, del no saber adónde y pese a todo tenerlo claro.

En apenas una hora sabíamos todo y nada el uno del otro. Allí estábamos, frente a frente. Pasmados ante la evidencia de que, al fin, nos habíamos encontrado.

viernes, 17 de febrero de 2012

Servida para dos

Un comedor con encanto, una mesa rectangular, un mantel blanco. Una mujer servida.

Dos hombres, uno a cada lado de la mesa. Copas de cava. Servicio de Limoges y plata antigua.

Sobre la piel de ella, inmóvil, estática, hojas de parra verdeoscuro hermosamente dispuestas soportan nidos de hojaldre rellenos de gulas, y canapés de huevas de salmón y de caviar.

Los brazos delgados y bien hechos a lo largo del cuerpo, con las manos extendidas, las palmas hacia abajo.

La decoración complementaria: escueta, sencilla. Un adorno de orquídea blanca realza su escote, otro cubre su pubis a medias.

Las notas de color las ponen sus labios y uñas de pies y manos, pinceladas de rojo carmesí. El negro intenso del caviar y el cristalino naranja salmón.

El pelo moreno y lacio brilla recogido en un moño bien atirantado, que le da un aire de bailarina, igual que sus piernas delgadas de gemelos bien tonificados.

Ellos charlan amigablemente, en apariencia distraídos y desafectados de esa presencia, pieza de lujo, simple adorno.

Permanece inmóvil, como le han ordenado, con la vista fija en el techo. Pendiente de respirar con cuidado para que no peligren los bocados dispuestos en su vientre.

Cada vez que la mano de uno de ellos se aproxima a tomar un pedazo, su corazón desacelera. Nota la sangre enlentecerse en sus venas cuando hay un leve roce con su piel. La conversación se detiene. Todo para. Su cuerpo, imperceptiblemente, se tensa. Ahora alguno se dirigirá a ella... una caricia templará su cuerpo aterido... pronunciarán su nombre, admiraran su figura...

No. Retoman el tema que habían dejado. Sigue escuchándolos durante tiempo y tiempo. Una lágrima asoma y rueda por su cuello, lenta, sorda. Agua de amor, de angustia, de entrega. Agua de felicidad que derrama ella.

jueves, 16 de febrero de 2012

Me regalaste un paseo

Subimos a ese metro.
Me abrazaste por la cintura, y procuraste no soltarme. Los bártulos amontonados en tus manos lo convertían en una aventura.

Descubrimos juntos pelirrojas amenazantes y folclóricas pescaderas que tú engatusaste. Rehuimos tumultos de incómodos turistas, buscando el sabor auténtico de esas calles.

Te regalé mis risas, y mi música, y tú, a cambio, tu tiempo encerrado tras hermosos cristales.

Me guiaste por tus lugares como a una ciega que conoce-reconoce. Y la ciudad fue nueva para mí. Nueva y deslumbrante.

Compartimos texturas y colores, sorprendentes adornos de papel, tras vidrieras de barrios con acento.

Buscaste para mí hermosos peces, y rojas cerezas que colgarías de mis pezones erectos.

Renunciaste a tus putas de barrio, a tus libros de viejo. Por mí. Por mi charla disparatada, por mi mirada húmeda de deseo.

Les gritaste a todos los que pasaban que era tuya, no de ellos. Y fue cierto. Era tuya la que iba a tu lado en aquel vagón de metro.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El delicado arte del maquillaje

Cada mañana me sitúo ante el espejo y doy comienzo al ritual de adornar mis labios.

Preparo con calma los útiles de trabajo. Me gusta pensarme una artesana del cosmético. Planifico la nueva pieza con esmero.

Mis labios son porcelana china que no admite fallos al ser decorada. Un solo error arruinaría todo el proceso.

Primero los perfilo, cuidadosamente, siguiendo con trazo fino el borde que delimita. El pulso ha de estar firme, seguro, preciso.

Comienzo por la comisura derecha y voy ascendiendo lentamente hasta el centro, donde la montaña hace pico. Me detengo en esa cumbre escarpada que da a mi rostro un aire oriental-europeo.

Desciendo entonces la breve cuesta que me lleva hasta el fondo del valle. El trayecto es corto, pero la pendiente es fuerte. Me detengo ahí justo, en el vértice central de mis labios, donde mi nariz señala.

Contemplo mi imagen en el espejo. Sí, todo va bien. Me satisface lo que veo.

Retomo desde la comisura gemela, y hago la operación simétrica. Subo lentamente... bajo... y el trazo confluye en el punto de corte exacto, con precisión de dibujante experto.

Me entrego entonces al labio inferior, que en mi caso no es muy grueso, aunque sí carnoso. Comienzo por el centro, y deslizo el lápiz con suavidad, hacia un lado primero, hacia el otro luego. Dejando que sea la suave curva que lo recorta la que guie mi mano sobre el lienzo.

Contemplo de nuevo mi rostro en el espejo. Todo correcto.

Toca ahora decidir el color que rellenará la carne con la que beso. Rojo, siempre tentador y voluptuoso? Rosa, delicado y soñador? Naranja, soleado y coralino? Mi paleta de colores es amplia, y dedico un rato a decidirlo. Finalmente escojo según esté afuera el cielo, y según lo que haya adentro en mi pecho.

Ya está. El resultado es perfecto. Me contemplo complacida en el espejo. Me sonrío. Un par de gestos para comprobar la consistencia, y estoy lista para salir a marcar cuerpos.

martes, 14 de febrero de 2012

yo-ellas-yo

Todas estas soy yo:
La perversa
La dulce
La ingenua
La dura
La sofisticada
La racial

Todas ellas están en mí y yo soy todas ellas

Sexo tántrico

Me gusta excitarnos juntos, aparentando indiferencia. En la cama o en el sofá, cubiertos por una manta, la tele encendida, medio desnudos, nuestros cuerpos relajados y tibios.

Mi mano se acerca a tu pecho y empieza a jugar con el vello que lo cubre. Así, como quien no quiere la cosa; te rasca, te frota, te araña suavemente, traza círculos en torno a tu plexo.

Y desciende poco a poco en dirección a tu ombligo. Se extiende hacia los lados, reptando por tu abdómen. Te quejas: me haces cosquillas! Yo te digo: pues te jodes. Aguanta.

Tú contestas imperativo: bájate los pantalones. Obedezco al instante. Una ola de calor inunda mi bajo vientre, porque sé lo que eso significa.

Posas tu palma extendida sobre mi coño. Lo frotas suave y dulcemente de delante a atrás. Luego tu dedo corazón separa mis labios, se hace un hueco. Mis pezones se endurecen, apuntando al techo. Te recreas jugando con mi perla lágrima. Tu yema resbala por ella de tanto jugo que la baña.

La televisión sigue encendida. Y nosotros medio atentos a ella. Es así como nos gusta a veces: indiferente, desidioso y, sobre todo, lento. Insufriblemente lento.

Apoyo mi mano en tus huevos. Los palpo como una ciega. Asciendo por tu polla. Con mi pulgar repaso el relieve del capullo, que noto caliente y algo húmedo. Abrazo tu tronco ya firme y empiezo a pajearte despacio, con dulzura. Noto cómo tu cuerpo se tensa. Exhalas un suspiro, los ojos se te entornan.

Mientras tanto, tu dedo se cuela en mi coño. Mi espalda se arquea. Separo las piernas.

Nos miramos. Nuestras bocas entreabiertas. Cada vez más excitados. Pero no dejamos de atender la tele. Medio cerebro en cada cosa.

Así nos gusta a veces: aguantarlo a punto de caramelo... Sin dejar que cristalice. Te reservas y me reservo. Hasta cuándo, no sabemos. Quizá más tarde, luego. Esta noche. Mañana... Eso no importa. Cuando llegue, será tremendo.

lunes, 13 de febrero de 2012

Declararé

Declararé mi AMOR absoluto a quien intente de verdad comprenderme, hasta las últimas consecuencias. Tanto como yo misma me comprendo. Quizá más aún de lo que yo jamás me entienda.

Declararé mi total ENTREGA, en cuerpo y alma, de fuera adentro y de dentro afuera, a quien esté dispuesto siempre a olfatear mis sueños, a bucear en mis bragas, a hurgar en mi pecho.

Declararé mi PASIÓN infinita por quien quiera leer en mis ojos, beberse mis lágrimas para saber si son de pena, de amargura, de rabia o de felicidad colmada.

Si esto que os digo acrecienta vuestro deseo, podéis buscarme. Pero sabed que ya hay un QUIEN que me tiene para sí entera, completa y verdadera.

domingo, 12 de febrero de 2012

Cariño, dijo ella

Faltaban pocos días para su 17 aniversario de bodas.

Cuando acabaron de cenar, como tienen por costumbre, quedaron un rato charlando. Los platos del postre aún por recoger, las migas de pan sobre el mantel. Él, su taza de té verde; ella, su vaso de vino blanco.

- Cariño. Este año ya sé qué quiero que me regales por nuestro aniversario. Me gustaría una fantasía hecha realidad: tú-yo-el violinista.

Él apoyó su taza, la miró a los ojos desconcertado. Ella escrutaba su rostro en busca de respuesta. Se sostuvieron la mirada en silencio, casi un minuto. Él rompió a reír y la mirada expectante de ella se tornó pícara y divertida.

Se besaron largamente.

Él sólo preguntó: dime porqué.

Sólo sexo. No lo puedo evitar- dijo ella.

sábado, 11 de febrero de 2012

La adoratriz del falo

Aunque otras partes del cuerpo masculino también me gustan, en ninguna otra me detengo y me recreo tanto como en ésta.

El falo, símbolo clásico de poder masculino, me subyuga, me posee y, en cierto modo, me reconforta.

Disfruto sobremanera descubriendo sus sectetos. Mi dedicación a aprenderlo todo sobre él ha sido plena por momentos. Y creo que eso me ha permitido adquirir una competencia suficiente como para proclamar ante todos que pertenezco ya, de pleno derecho, a la secta de adoratrices del falo.

Me gusta convertir en un pequeño ritual votivo mi acercamiento a la verga de mi compañero:

Con respeto y veneración, observo primero. Contemplo desde media distancia el grandioso espectáculo de un miembro en posición de firmes. Enhiesto. Mirándome a mí. Nariz primitiva que me olfatea desde lejos, y que hacia mí se orienta, como antena de insecto.

Me acerco sigilosa, lenta. Planificando de antemano y cuidadosamente cuáles serán cada uno de mis movimientos. Valorando la mejor estrategia, adaptada a su forma y tamaño. Cual felino que observa a su presa.

Durante tiempo he entrenado mis manos para dar placer a este miembro. Tanto mi diestra como mi zurda están preparadas para ello. Me gusta intercambiarlas, para introducir cambios de ritmo. No permito que se habitúe, que se canse de mí, en ningún momento.

Dibujo sinuosos recorridos con mis dedos. Acelero motores con mis puños cerrados sobre su suave madero. Uso los dedos, las palmas, el dorso de mis manos... Lo que sea necesario para conseguir que esté siempre atento.

En un posterior momento dejo que sea mi boca la que entre en juego. Primero lo que sale de ella: mi soplo fresco y estimulante, mi aliento cálido y embriagador. Luego, me acerco. Parsimoniosamente. Sin dejar de mirar a mi acompañante a los ojos. Me detengo en ellos. En esa mirada de ansiedad, de deseo irrefrenable, de tensa espera. Su falo ya está a mi merced. Se pregunta desconcertado qué es lo que me propongo hacer con él. Ese momento previo es el mejor. Ahí se decide todo. Es en ese instante me juego el cien por cien y voy a por el resto, dejando que mi instinto me guíe hasta el acierto...

Mi lengua se pasea gloriosa. Sin dejarse ningún recodo, ningún recoveco. Mis labios se adaptan a su forma como si estuviesen dibujados a tal efecto. Mi garganta se abre hasta mi estómago para dar cabida a todo lo veo. Me entrego sin limites, sin recortes, a darle todo lo que desea y espera. Y también a sorprenderle con todo lo que siquiera soñó que sucediera.

En ese trance, mi objetivo, mi pasión, mi vocación, es entregar todo lo que de mí pueda.

viernes, 10 de febrero de 2012

Alcé la mirada

Alcé la mirada y creí.

Creí en un Destino inmenso,
mar de fondo que arrastra los cuerpos.

Creí en la atracción de los planetas,
en la fuerza de los imanes,
capaces de poner el Norte a dar vueltas.

Creí en la magia de las casualidades programadas,
me pensé Amelie desentrañando su oculta belleza.

Creí en una matemática absurda y hermosa,
donde dos y uno hacen dos,
donde tres es número mágico
que transforma multitud en comunión.

Quise creer y creí.

Creí en la intuición definitiva,
que desentraña la verdad más escondida.

Creí pertenecer a una raza de sirenas
que doblegan voluntades con su canto
y atraen al marinero a su regazo.

Creí en la poesía de los cuerpos saciados,
que albergan almas desnudas.
Creí haber rozado esas almas,
y pensé incluso comprenderlas.

Me empeñé en creer y creí.

Tardé en descubrir que no alcé la mirada,
sino que miré adentro, dentro de mí.
Tan adentro que confunde; y confundí.

Confundí un yo con un él.
Confundí poder con querer,
o no querer con no poder; no sé.

Confundí ser y estar,
necesitar y desear.

Y confundí el rumbo de mi deseo,
navegué en círculos,
me alejé del puerto donde se me espera,
donde tengo mi amarre, donde quiero anclar.

Ahora sí, debo alzar la mirada al horizonte
y de nuevo encontrar algo en que creer
que esta vez sí me eche a andar.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Cuando me atas


Me dices: siéntate y espera, y me besas en la frente con dulzura. Sacas tus cuerdas del cajón donde siempre las guardas. Yo, mientras, me siento en el borde de la cama, desnuda, en estado de alerta, ya concentrada. Sigo con atención todas tus maniobras, sin perder detalle de ellas.

Te demoras estirando las cuerdas. Esas cuerdas de cáñamo de aspecto tan rudo y básico. Puro oriental: sin rebuscamientos artificiosos. De un material simple, elemental, como elemental y simple es la idea.

Empiezo a sentir frío. Pero no porque lo haga, sino porque mi cuerpo arde ya por dentro sólo de anticipar momentos.

Te acercas a mí sin hablarme, mirándome fijo a los ojos, contemplándome después de arriba a abajo. Y no sonríes. Tampoco estás serio. Estás simplemente absorto.

Te arrodillas frente a mí. Pasas la cuerda por mi frágil cintura. La anudas delante, a la altura de mi ombligo. Agachas la cabeza y te detienes un instante para lamerlo. A mí se me escapa un gemido.  Y comienzas a rodear mi vientre con la cuerda, llegando hasta casi el pecho. Haces movimientos lentos y precisos, en silencio los dos. Yo te miro. Y tú de vez en cuando levantas la vista y te encuentras con mis ojos que te buscan febriles. Me regalas una penetrante mirada, pero nada dices. No hace falta decir nada. Los dos sabemos que el otro muere de anhelo, arde en deseo.

Continúas con tu ceremonia, haciendo nudos y pases de cuerda. A cada rato me preguntas: te hacen daño? Molestan? Te digo que no, aunque no es del todo cierto. Claro que molestan! El roce de la cuerda al pasar contra mi piel escuece y quema, y la fricción  produce un delicioso sonido seco y sordo. Atas luego mis muñecas una contra otra y las encadenas a mi espalda. Luego doblas mi pierna izquierda y la fijas así, flexionada.  Sólo mi pierna derecha queda libre ya. Soy ya una mujer en obligado escorzo, una mujer de una pieza. Houdiniana estampa.

Me recuestas sobre la cama. Has de moverme tú porque mi cuerpo no responde ya a mi voluntad de acción. Nada puedo hacer si no es con tu ayuda, bajo tu dirección. Eso me hace sentirme pequeña y frágil, delicada porcelana cara. Y tú como tal me tratas. Con devoción y veneración.

Te tumbas a mi lado y, entonces sí, me sonríes. Acaricias mi pelo, mi frente. Mientras tus ojos se pasean por todo mi cuerpo, recorriendo una y otra vez el camino que lleva de mi escote hasta mi sexo (de la playa al monte, del monte hasta la playa). Acaricias mi pierna, y ésta se me hace más larga; me parece infinita, tal es tu detenimiento y parsimonia al acariciarla. Te recreas en su cara interna, aproximándote con lascivia a mi coño. Mi cuerpo empieza entonces a vibrar trémulo. Mi respiración se agita. Intento moverme pero no puedo. Tu mano se aleja y trato de perseguirla, queriendo acercarle mi coño que la busca frenético. Pero no me es posible ir tras ella. Estoy a tu merced. Sólo puedo dejarme hacer. Tú me dices: shhhh. Estate quieta. Y yo me rindo a ti. Cierro mis ojos y me concentro en lo que venga.

Mi pezón recibe una sorpresa en forma de labios. Se sobresalta, y yo con él. Doy un respingo, ahogo un suspiro. De pronto, de buenas a primeras el ritmo cambia, y empiezas a lamerme toda, como si no me conocieras, como si quisieras reaprenderme con tu lengua. El rastro de saliva que vas dejando por mi cuerpo se va enfriando al contacto con el aire, a medida que te alejas. Y yo me concentro en esas sensaciones, con los ojos aún cerrados, intentando predecir tu ruta por mi piel.

Y es de repente que te aproximas más y noto el primer contacto con tu polla. Está dura y firme. Late caliente. Ahí sí que exclamo. Y río nerviosa como una niña que estrenase falo en tarde de domingo lluvioso. Ohhh!, digo. Mmm, digo. Ahh!, digo. De la punta escurre una gota de tu elixir, y te pido, te suplico, que me lo acerques a la boca. Con mi lengua extendida rescato esa primera gota. Es ámbar liquido. Y recojo mi lengua sobre mi paladar para saborear la delicatessen tibia y salada.

Entonces das un giro drástico a la situación. Aún sin abrir los ojos puedo notar cómo te tensas. Me volteas para ponerme boca arriba. Abro los ojos y te veo como un hermoso toro a punto de embestirme, sujetando mis rodillas y abriendo mis piernas mientras conduces tu magnífica polla hasta mi puerta. Entra!, te digo. El máximo placer nos espera! Comienzas poco a poco. Cierras mis bajos labios para que tu verga entre más prieta, y yo acciono mis músculos vaginales para comerla. Soy una planta carnívora.

Te recreas en hacerme sentir la punta. La sacas, la paseas por mi coño, azotas suavemente mi clítoris con ella. Se me descompone el gesto. Me retorcería si pudiera. Pero no puedo. Sólo puedo notarme y notarte al cien por cien, con todos mis sentidos.

Y ahora sí, empiezas a embestirme con fuerza, rítmicamente. Me sujetas por el cuello, devorándome con los ojos, mirándome como si nunca más fueses a verme, y me gritas mientras nos venimos: estás hermosa, más hermosa que nunca!!!

martes, 7 de febrero de 2012

El violinista

Todo esto empezó una plomiza tarde de final de invierno. En una sala de grabación.

La luz era escasa. El ambiente estaba cargado. Se respiraba cansancio.

Llegó acompañado de su violín, como tantas veces antes. Impoluto. Correcto. Con su aire aniñado y seductor. Pantalón vaquero. Camisa blanca. Cazadora de cuero.

Lo saludé con un par de efusivos besos, como procede entre amigos que lo son desde hace tiempo. Pero aquel día, al besarmos, corrió entre nosotros una electricidad, que pasó de cuerpo a cuerpo. Por un momento nuestras miradas quedaron suspendidas, prendidas en los ojos del otro. Alguien más vino a saludarlo y quebró el momento. Fui a sentarme.

Desenfundó su violin. Lo preparó con ceremonia y se puso a afinar. Me pareció notar, algo incrédula, que no dejaba de observarme por el rabillo del
ojo.

Yo, sentada, aparentaba distraída y relajada, dando cháchara jovial a quien estaba a mi lado. Pero no era así. Estaba tensa y activada. Mi corazón pulsaba lento, como esperando algo.

Da comienzo la grabación. Se hace el silencio. El pianista se prepara, acomoda su partitura en el atril. Mira a J con gesto inquisitivo. Él le devuelve un asentimiento. Coloca el arco sobre las cuerdas. Cierra los ojos. Concentrado. Coge aire. Y comienza a sonar... Al primer compás se gira un poco, como brújula buscando su norte... Y me mira. Me mira... Otra vez suspendidos. Conectados...

La escasa luz de la sala se me va apagando. Fundido a negro. Siguiente plano. Estamos solos él y yo. Un foco lo ilumina. A él y a su violín, que hacen uno y no dos. Todo el resto de la escena ha desaparecido. Yo permanezco totalmente absorta, transida, hipnotizada. Dejo de respirar para escuchar mejor. Mi corazón late ahora con el mismo pulso que sus notas. Permanezco así hasta el final de la pieza. Inmóvil, mi mirada fija en él. Unos segundos más aún... Y me acuerdo al fin de respirar de nuevo.

Aquella tarde empezó todo. Allí supe que deseaba ser violín entre sus manos.


lunes, 6 de febrero de 2012

Glossy

Mi boca se entreabre para insinuarte un deseo.

Calculando ya tu medida. Anticipando tu sabor.

Un cálido aliento sale de ella. Grito silente que alcanza tu oído y recorre tu espina hasta fundirte la médula.

Se prepara golosa. Imagina orgiásticos festines.

Te llama insinuante, te reclama exigente, te maldice frenética por la
espera.

Mi boca está dibujada a tu medida. Y pintada de glossy para dejarte huella.

domingo, 5 de febrero de 2012

MILF

Según creo, eso soy yo. Mom I'd like to fuck. Y por qué no?

Cumples años, tus hijos crecen, y de repente, un día empiezas a notar que el camarero del bar al que sueles ir te sonríe de una forma especial, que el de la librería te hace comentarios "inapropiados" y precios "especiales para tí", que algunos hombres al cruzarte por la calle se giran para mirarte con un gesto de pase torero.

Al principio todo esto te azora, te conturba. Bajas la mirada, y contestas con suma modestia procurando dejar claro en tu tono: se confunde conmigo, yo estoy felizmente casada, soy madre de dos criaturas...

Luego, de noche en casa, cuando te estás desvistiendo, te tropiezas con tu imagen en el espejo y te observas con detenimiento. Tu rostro atractivo y dulce, tu cuello esbelto y todavía terso, tus pechos erguidos, de pezones afresados, tu vientre plano y firme. Y sin darte casi cuenta tu mano empieza a recorrer tu cuerpo entero, notando la tersura de tu piel, cada una de tus curvas y recovecos.

Te medio volteas para valorar tu trasera, y desde ese ángulo aprecias con satisfacción que tampoco está mal el reverso. Tu espalda se mantiene erecta, y termina en un culo bien torneado, de aspecto aún fresco, y se prolonga en unos muslos delgados y tiernos.

Esa noche follas con tu marido tan a gusto y tan bien como soléis hacerlo. Pero él te nota algo diferente, y tú sabes que es cierto: te sientes de nuevo viva, renovada, savia joven te corre otra vez por dentro. Y es entonces cuando lo decides: sí, a partir de ahora, voy a ser OBJETO DE DESEO.