domingo, 26 de febrero de 2012

Encantadoras cenas en restaurantes monos; mesas siempre para tres: dos hombres, una mujer. Deliciosas conversaciones que fluyen buscando el ritmo que les pertenece. Miradas compartidas que se buscan, se descubren: las de soslayo, que sólo el vello de la nuca advierte; las de frente, que funden pupilas; las veloces, que nos recorren de arriba a abajo sin fatiga.

Y el clima de mi cuerpo habla por mí y va cumpliendo solsticios: primero un seco invierno de nervios mantiene mis manos congeladas. Luego el calor de la palabra trae la primavera consigo, y derrite mis hielos y llena mi pelo de margaritas y de lirios. La temperatura de mi cuerpo va subiendo a medida que las bocas se aproximan para compartir secretos, para murmurar suspiros. Y un discreto roce bajo el mantel, o sobre él, prende la hoguera de san Juan, donde arden todos mis miedos. Y ese fuego me trae un tórrido verano de deseo. El trópico en mis bragas. Mi grado de humedad satura el aire por completo.

3 comentarios:

  1. Será acaso ese grado de humedad el que provoca que esté sudando?... O acaso el simple hecho de que vivo perennemente en ese tórrido verano de deseo?

    ResponderEliminar
  2. Pero suda usted, mi querido amigo? Venga aquí, que enjugue su sudor con mi pañuelo...

    ResponderEliminar
  3. Y ese aroma a trópico que envuelve, que despierta y que ansía...

    ResponderEliminar