Hoy quiero ser yo la que domine. Vas a sufrir. Vas a suplicar. Vas a rogarme que me acerque a ti. Que te haga una mamada. Que te arranque las lágrimas.
Pero no voy a hacerte caso. Hoy mando yo. Te haré desnudarte. Te forzaré a tocarte. Contemplaré tu erección, tu gesto descompuesto, con mirada lasciva.
Observaré cómo tus músculos se enervan. Escucharé tu sangre hervir. Como lava de volcán, arrasará tu polla.
En la distancia, seguiré el brillo del sudor corriendo por tu piel. Olfatearé tu sufrimiento, tu ansiedad.
Y finalmente, con movimiento felino, me alzaré de mi trono y, a gatas, me pondré debajo de ti. Clavaré mis ojos en los tuyos. Y a esa orden mía, tú estallarás.
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ResponderEliminar¿Sabe?, la primera dominante documentada, Wanda von Dunajew, lo hacía para complacer a su marido. Es más, lo acusaba de ser un corruptor de mujeres, y a él le costó mucho convencerla de que adoptara ese rol dominador. ¿Y fueron felices doña Wanda y don Severino?, que así de llamaba el marido. Pues no, ella le dejó,... le acabo dejando por un hombre que la dominaba a ella. ¿Tiene moraleja? Dominar o ser dominado son las dos caras de la misma moneda, y quien afirma ser sumiso esconde a un dominante,... y viceversa.
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