Te entrego mi piel entera. Lienzo en blanco para ti. Quiero que la dibujes, que escribas palabras. Que grabes tu nombre, dejes tu marca inconfundible. Que firmes una y mil veces en ella.
Usa todos los colores, según te apetezca. Gris en los días de lluvia y niebla. O mejor naranja luminoso que nos traiga a la cama sol, playa la tarde entera. Negro para tus pensamientos más oscuros y perversos. Verde musgo en mi monte de Venus. Rosa claro en mis pezones, que rompa su sabor a chocolate negro. Pinta de amarillo las dunas de mis pechos.
Dame la vuelta. Grafitea mi espalda. Llégame hasta el cuello. Y allí deja rojo sangre, y luego bébela, hasta la última gota. Vacía mis venas hasta dejarlas secas.
Y cuando te hayas cansado, cuando tu mano de artista ya no sepa, llévame a la bañera. Bendíceme con tu agua en ella.
Dibujos invisibles, trazados siguiendo cada rincón y accidente de tu geografía, definiendo curvas, hundiéndose en valles y alzándose en promontorios. Diseños etéreos salidos de las yemas de los dedos y de los labios.
ResponderEliminarMe ha hecho dudar por un momento,... Dónde está el arte, en la obra o en las manos del artista? Pero luego me he dado cuenta de que el arte se oculta hasta que lienzo y manos alcanzan una secreta armonía que hace que todo trascienda. De las similitudes entre el arte y el sexo cabe deducir que su sensibilidad artística es sólo equiparable a su refinamiento en los placeres
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