Con paso decidido. Así bajó del avión. Su naturalidad me produjo algo de pasmo. Consigo traía una pequeña maleta reventando de ilusiones y de frescura. Ya en aquel momento la admiré: tras aquella silueta menuda se adivinaban quilates de arrojo y honestidad.
Estoy convencida de que la más nerviosa de los tres era yo. Sin duda. No paré de hablar durante el primer cuarto de hora. Ella sonreía, y nos miraba, a uno y a otro. Parecía querer abarcarnos a los dos con su sonrisa. Estaba tan hermosa, cargada de luz, de energía...
Sin duda era ella la que durante tiempo habíamos buscado. Y ella lo sabia.
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