Si llegas tarde y he caído rendida, no me despiertes aún. Seguro estaré soñando contigo. Ten un poco de paciencia; podrás oirme ronronear primero y gemir después, hasta gritar tu nombre. No me despiertes, por favor. Tan sólo obsérvame. Podrás así entender hasta qué punto sólo tú ocupas cada gramo de mi materia gris. Si miras detenidamente mis párpados, verás cómo mis ojos dibujan tras ellos tu silueta. Sólo espera. Y acerca tu cara a la mía. Huele mi aliento, que te devolverá el tuyo. Arrímate a mi pecho; oirás tu latido en el mío. No me despiertes todavía. Contén tu deseo hasta que la luz nos lama dulcemente. Entonces cuélate en mi sueño, dale cuerpo a tu sombra y hazme tuya. Por siempre tuya.
Dar cuerpo a la sombra requiere de la fuente de luz y del movimiento, incita a imaginar esa transformación.
ResponderEliminar