miércoles, 25 de abril de 2012
En el ascensor
La próxima vez que entres en un ascensor, y a partir de esa todas las demás, que serán muchas, no podrás evitar pensar en mí. En cómo hoy me encontraste en él, esperándote desnuda. Me resultó tan tierno tu azoramiento... La puerta se abrió y aparecí ante ti gloriosa, en toda mi esencia. Tus ojos se abrieron como bocas atónitas, tus mejillas se incendiaron al momento. Tosiste, te atragantaste con tu propia saliva. La puerta se cerró y quedamos a solas dentro. Clavaste tu mirada en el suelo de moqueta, pero el rabillo de tu ojo se alió con el espejo. No cruzamos palabra. Yo no sé tu nombre, ni tú el mio. No hay nada entre nosotros, salvo 21 pisos de agónico deseo.
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Sientes el dulce y enorme don de provocar deseo. Asistes al pasmo de quien sucumbe a tu encanto. Una fuerza añadida a la sensualidad arrolladora, una consciencia de inmenso poder que te hace aún más deseable.
ResponderEliminarTambién la posibilidad de sentirte tremendamente generosa, por permitir ser deseada y al conceder tu caricia. Mujer-diosa, mujer deseable, mujer seductora.