A través de cristal de una copa de vino, así te vi por primera vez. Tú a un extremo de la barra, yo al otro, y entre los dos una curiosidad que acortaba la distancia y alargaba el tiempo. El resto de la gente, el ruido de la cafetera, el trasiego del camarero se fueron marchando, de uno en uno. Hasta quedar solos tú y yo, sosteniendo en una mano la copa y en la otra un pulso de miradas, tentando, por qué no, al destino.
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