Puedes jugar a amordazarme si quieres, pero no conseguirás ahogar mi voz. Porque el deseo no conoce el silencio. Si acallas mi garganta, serán mis ojos los que griten, mi carne se hará verbo, el sudor escribirá gemidos en mis muslos y en mi espalda. Mi sexo, esa boca antigua y muda, cobrará el habla y repetirá obscenidades en tu oído. Esa voz que llevo dentro te alcanzará aunque intentes apagarla.
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