Siempre en marcha, manteniendo el equilibrio, o tratando de hacerlo. Cuando pierdes pie, te impulsas de nuevo y retomas la pista, dándole esquinazo a los obstáculos, rodando rápido, rápido. Cuesta abajo es cuando da más miedo: sientes el viento en la cara, ves de cerca el riesgo. Y sabes que no puedes dejarte ir; habrá de ser tu mente la que controle, porque si caes, solo te amparará el cuerpo.
Y sí, estoy hablando de mí, y de ti, y de todos nosotros al mismo tiempo.
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