Un pasillo de hotel sin nombre en una ciudad cualquiera. Al salir del ascensor y doblar la esquina espera una mujer sin rostro. Es sólo cuerpo, toda ella carne agitada por un deseo anónimo. Sus rodillas contra la moqueta, la espalda formando un arco con la pared de papel pintado contra la que restriega su pelo.
El hombre se detiene y la contempla. Enciende calmoso un cigarrillo. Con cada calada ella se consume un poco. Se inclina hacia delante y él se aparta. Lo mira suplicante. Clava sus ojos en el cigarrillo y aspira su humo como si así pudiese poseerlo.
El silencio se inflama con cada jadeo hasta que un grito ahogado se derrama por el suelo.
Al fondo del pasillo mal iluminado se abre una puerta. Frente a la escena se detiene un joven que le tiende la mano, recoloca su falda y le arregla el pelo. La besa largamente.
Mientras se alejan cogidos del brazo un cigarrillo encendido cae sobre la oscura moqueta.
Muy intenso, me ha gustado mucho.
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