Relajados, abandonados el uno al otro. Atrapados en un bucle de sueño-vigilia que quisiéramos infinito.
Nuestras piernas anudadas no nos sueltan. Las risas saltan de una boca a otra y se cruzan con nuestras historias, que se tropiezan y se encuentran, a veces antes de asomar fuera de las cabezas.
Yo te leo los ojos, tú lees los míos. Y la quietud vuelve de nuevo. Solo mi mano en tu vientre, la tuya en mi espalda. Mi aliento recorre tu pecho.
Un aleteo de mi pestaña, y se escucha otra vez el tiempo.
Quisieras acercarme esas pestañas, Quisieras..
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